gastonls escribió: ↑Mié Oct 04, 2023 5:54 am
Tenía pendiente publicar el siguiente relato.
Lo escribí hace algunos meses pero no me decidía a subirlo.
Desde que llegué a Ilha Grande hace ya no se cuantos meses, he estado muy activo: haciendo amistades, recibiendo visitas, mantenimiento al barco, trámites varios, conociendo la isla, y generando algunos ingresos.
El relato lo escribí, en parte, para aclarar en mi cabeza, qué fue lo que sucedió en los últimos 10 años que me hizo dar un cambio tan radical en mi vida.
CÓMO SOLTÉ AMARRAS
Por dónde empezar.
Supongo que en el 2013, cuando me anoté en el curso de Timonel, en Rosario.
Tenía 27 años. Nunca había navegado en un velero. Más allá de la sensación de navegar a vela, el hecho de subir a bordo de una casita flotante con la que pudimos ir de travesía hasta San Pedro, despertó algo en mí. Esa travesía me pareció increíble. Llegar "tan lejos" de Rosario. El barco, era un Resch 26.
Navegamos con tormenta, de noche, sin GPS. Nos varamos una y otra vez entrando de noche a San Pedro, sin conocer el puerto y sin poder descifrar como enfilar el canal que indicaban las boyas.
El profe no daba indicaciones, nos veía cometer un error tras otro... Íbamos por nuestra cuenta.
Era un tipo de carácter jodido. Supe de muchos alumnos que discutieron hasta insultarse mutuamente y no verse nunca más, abandonando el curso.
En mi caso, y siendo que el curso lo dictaba con su propio barco, supo transmitirme cómo disfrutar todo lo que puede brindar un barco:
Disfrutar una tarde de lluvia a bordo; cómo planificar una travesía. También que era posible cenar una carne al horno con un vino, navegando escorado, de noche a la luz de la luna. Cómo salir de una varadura a vela, o cómo enfilar un canal de acceso de noche...
Aunque quizás no aprendí a posicionar correctamente el patín de genoa o el efecto de cazar el popel, de volver el tiempo atrás, repetiría un curso de esas características y no uno en un barco Day Sailor con un joven regatista altamente competitivo como instructor.
Antes de avanzar cronológicamente en el tiempo, voy brevemente a mi infancia.
Ya de muy chico, mi abuelo materno supo conectarme con el río Paraná, su flora y fauna, cuando cruzábamos en algún bote a remo del Club Regatas o en su canoa a motor al ranchito que tenía en las islas frente a Rosario.
Supongo que éste fue el puntapié inicial en mi vida náutica. Este contacto con el río lo mantuve durante la adolescencia y se incrementó cuando ya joven profesional me compré una lanchita: cruzaba el Paraná casi todos los días de la semana. Pero hasta el 2013, nunca me había subido a un velero.
Luego del curso de Timonel, compré un velerito clase Q, similar a un Laser. Lo tenía en el rancho de mi abuelo en la laguna Embudo. Cruzaba en la lancha y lo armaba para salir a tirar unos bordes en la laguna.
En el 2015, tras un accidente que casi me cuesta una mano, decidí dejar de postergar la compra de un velero. Vendí la lancha, el clase Q, y compré el H20 Hechicero.
Era inmenso, una mansión. Con 3 amigos nos fuimos de travesía a Diamante.
La fecha elegida casualmente coincidía con la regata Diamante Rosario, así que también fue mi debut en una regata. Para colmo, nos llevamos un premio en la clase Solo Dacron. Qué hermosa experiencia!!! Compartimos casi una semana a viviendo a bordo los 4, remontamos 50 millas el Paraná, comimos asado con las otras tripulaciones, corrimos la regata, hicimos podio. Todo eso en menos de 2 meses de haber comprado el barquito. Creo que esa travesía a Diamante fue un punto de inflexión. Descubrir todo lo que podía hacer con mi enorme barco.
El siguiente desafío fue doble, en el 2016.
Por un lado, correr la regata Rosario Buenos Aires y luego, aprovechando tener el barco en San Fernando, lo más desafiante, hacer un cruce a Colonia.
Para la regata, me conseguí las cartas de papel, estudié el derrotero, los posibles pasos, etc. Sólo había ido aquella vez hasta San Pedro, pero no más lejos.
Corrí con mis amigos habituales y la pasamos como no podía ser de otra manera.
Para el cruce, intenté convocar algún tripulante con experiencia, que ya haya ido a Colonia. Pero no lo logré, así que fui con un amigo y su padre que recientemente habían terminado el curso de timonel. Ninguno tenía mucha experiencia navegando, y menos en el Río de La Plata. Teníamos incertidumbre, supongo que miedo a lo desconocido, a no ver la costa, a pronósticos impredecibles.
Para los rosarinos, acostumbrados al Paraná, navegar en el Río de La Plata es algo completamente distinto a lo que estamos habituados.
Sin siquiera haber tirado alguna vez un borde en aquellas aguas, pero tras mucha preparación, enfilamos las boyas Unen A y B y luego rumbo 90°.
El debut en aguas abiertas fue un éxito. El H20 me llevó a Uruguay, y conocí Colonia, nunca había estado allí ni siquiera por tierra.
En Febrero de 2017 me invitaron a cruzar de Montevideo a San Fernando en un Frers 31, de madera. Mi primer experiencia en el Río de La Plata Exterior, con pampero incluído, teniendo que buscar abrigo en el puerto de Juan Lacace. Pasamos más de 30hs en la cabina del barco. El anemómetro marcaba 42 nudos dentro del puerto y había mucho oleaje por lo que el barco estaba lejos del muelle como para bajar a tierra.
Perdí un día de trabajo, pero qué lindo fue zarpar de Juan Lacace a media tarde y cruzar el RDLP de noche!
Entusiasmado con el cruce desde Montevideo, a las pocas semanas me anoté en el curso de Patrón. Al finalizarlo, cruzamos a Colonia en un Holland 34, una nueva experiencia, aunque claramente mucho menos desafiante que cuando fui por mi cuenta y en mi barco, el H2O.
Seguido a esto, vinieron las travesías en el Colibri 24, de las cuales quizás hayan leído los relatos:
Diciembre 2017: cruce a Punta del Este con 3 amigos, ninguno experimentado ni siquiera timoneles.
2018: en dobles a Piriápolis
2020: en dobles a PDE, seguido de la cuarentena a bordo, en las islas Charigüé frente a Rosario.
Durante la cuarentena, recordé mucho la lectura del libro "Hasta Donde Me Lleve el Viento", de Eduardo Rejduch de la Mancha.
Lo había leído en 2016. Pero lo tenía siempre presente: Un uruguayo, sin experiencia, compra un 27 pies y sale a navegar por el mundo.
En el tiempo viviendo a bordo en la isla, me decidí a vender el Colibrí y comprar un barco de entre 27 y 31 pies, lo que me daba el presupuesto.
Vale la pena mencionar que toda mi vida adulta viví en el departamento monoambiente que había sido regalo de mi abuela cuando me recibí de Ingeniero.
La venta del Colibrí se demoraba, y yo no encontraba un barco que se adecúe a mis necesidades.
Hablé con mi vieja, y le dije: "Má, que opinaría la "muma" (mi abuela, que ya no estaba con nosotros) si vendiera el departamento que ella me regaló y usar parte de ese dinero para cambiar el barco?"
Estaría feliz de verte feliz, fue su respuesta.
Al tiempo se vendió el Colibrí y gracias al préstamo de un amigo y una de mis hermanas, pude comprar el Puxador, deuda que saldaría cuando se concretara la venta del departamento.
Tuve 6 meses el Puxador en el club donde lo compré, el Náutico Sudeste. No lo podía llevar a Rosario debido a la bajante del Paraná. Ante esta situación y con barco más grande, mis costos fijos se habían incrementado, por lo que durante ese tiempo hacía "carpool" para viajar a San Isidro, y mientras estaba en el barco, alquilaba el departamento por "Airbnb".
Algunos amigos no me entendían cómo podía compartir mi auto con gente aleatoria o peor aún, alquilar mi hogar, mi cama, mi sillón, a desconocidos.
Pero yo tenía un objetivo claro.
De esa manera pude costear viajar todas las semanas, para calmar mi ansiedad de estar a bordo de mi nuevo barco, e ir conociéndolo.
Durante ese tiempo, recorrí bastante el delta, fui a la isla Martín García, y apenas me fue posible, remonté el Paraná rumbo a mi querida ciudad.
En Enero de 2022 el Puxador era el lugar donde me podían encontrar, ya sea amarrado en el club o en las islas de Rosario. Alguna que otra regata, muchos asados y cenas a bordo.
Hasta que se vendió el departamento. Si bien pasaba mucho tiempo en el barco, desprenderme de donde viví 10 años, e incluso donde vivió mi bis abuela no fue fácil.
Tampoco fue fácil conseguir algo para alquilar en menos de 30 días y amoblarlo (ya que el monoambiente se vendió amoblado).
Pero tenía que saldar las deudas, y además, poner al Puxa a son de mar.
Mi estadía en el departamento que alquilara sería de unos meses, por lo que compré cosas básicas y económicas.
Ya mudado, y siendo inquilino por primera vez, empecé a pedir presupuestos para distintos trabajos en el barco. Por la buena experiencia que había tenido en San Isidro, con los reparos que hice apenas compré el barco, no descartaba llevar el barco a Buenos Aires.
En Rosario, tanto varadero como mano de obra, escasean.
A la vez, jugaba con mi excel de gastos viendo cómo equipar el barco según el presupuesto que tenía.
Finalmente, el 1ro de Agosto 2022 zarpé de Rosario rumbo al Club de Veleros Barlovento, San Fernando. Fue mi primer travesía en solitario.
Allí se le hizo fondo: bituminoso y antifouling; reforma al balcón de popa, arco radar, piloto al sector, AIS, malacate, paneles solares, EPIRB, balsa salvavidas, chubasquera, cerramientos, toldilla, bujes de timón...
Durante esos meses, también compré traje de agua (nunca había tenido), InReach, dinghy y fuera de borda...
En Diciembre 2022 volví a Rosario con el Puxador y todos sus flamantes chiches nuevos. Iba a ser un verano muy lindo, pero debía ponerme una fecha tope para zarpar.
Mi cumpleaños es en Marzo, así que fue el mes elegido, siendo también una buena época para subir a Brasil.
Empezó la cuenta regresiva.
Entre Enero y Marzo tenía que vender el auto, rescindir el contrato de alquiler, vender todos los muebles, mudar algunas cosas a lo de mi vieja, tirar lo que no vaya a usar, y el resto llevarlo al barco.
También tenía que renunciar al trabajo. Cómo y cuando plantearselo a mi jefa? Sin trabajo me quedaría, además del sueldo, sin los beneficios que tenía: notebook, celular, auto de la empresa a disposición.
Y en el medio de todo eso, terminar con muchos detalles que habían quedado pendientes del barco: repaso general, sellar acrílicos, cambiar burletes, cambiar luz de tope, mejorar la instalación física del malacate que había quedado mal hecha, definir cómo estibar los 70 metros de cadena sin que se apile y trabe, cambiar baterías, y muchas cosas más.
Todo, dentro del caos, estaba en orden.
Hasta que un día a principios de Enero, la caja de transmisión del barco empezó a fallar.
Sólo de consultar con algunos mecánicos, el proyecto se me venía abajo, tan poco tiempo antes de zarpar.
En Rosario, no conseguía quien me viera la caja. En Buenos Aires, me demoraban 45 días en encarar el laburo, con un costo de varios cientos de dólares sólo por abrir la caja a ver qué tenía, adelantandome que los posibles respuestos salen cerca de 1000 dólares y encima, casi no se consiguen.
Finalmente, un mecánico de Rosario, vino al barco. Sacar la caja sin sacar el motor era posible, pero volver a ponerla, difícil. Por otro lado, el motor, que había tenido algunas recalentadas desde que tuve el barco (mugre que tapaba ductos de refrigeración), ameritaba tener una buena repasada, según el mecánico.
Optamos por sacar el motor.
Por algún motivo que desconozco, y en cierta manera "irresponsable", yo venía esquivando no sólo a ese trabajo, sino a limpiar el tanque de gasoil, cambiar mangueras, etc.
Sin embargo, por algo las cosas pasan. Así fue que le hicimos un mantenimiento de media vida al motor, cómo debería haber hecho sin llegar a esta instancia.
Se sacó tapa de cilindros y se encontraron muchísimos ductos de refrigeración completamente obstruídos con mugre, barro, mejillones.
Aclaro que el filtro de agua estaba en condiciones. Mi teoría es que las larvas de los mejillones atrapados en el filtro lo atraviesan y se crían dentro del motor.
Se cepilló tapa de cilindros, junta original nueva, retén de bancada, limpieza de cárter, toberas de inyectores nuevas, alternador y burro repasados a nuevos. La bomba de agua se había hecho 4 meses atrás.
Además, pinté la sentina, limpiamos tanque de gasoil, cambiamos mangueras.
Por último, se pintó el motor a nuevo, puse aislantes ignífugos nuevos y una buena luz led para "ostentar mi flamante sala de máquinas".
La caja? Era un simple rodamiento. Se había roto por quedarse sin aceite, cosa que desciframos al descubrir que el tapón de la caja había sido pegado en alguna ocasión, por tener la rosca barrida, y se despegó.
Se hizo un inserto y roscamos el tapón, como corresponde, no pegándolo como algún mecánico había hecho previamente.
Todos estos trabajos se hicieron en no más de un mes. Aprendí muchísimo, al ir todos los días al taller del mecánico, ahora un amigo, que quedaba a pocas cuadras de mi casa.
A mitad de Febrero, hice un viaje a Villa Constitucion, para probar el motor.
Salió todo como esperaba: el barco estaba listo para zarpar.
Festejé mi cumple a modo de despedida, y terminé con todos los pendientes del auto, departamento, laburo....
El Jueves 23 de Marzo cerré mi etapa laboral en General Motors después de 11 años y dos meses.
El 24 y 25 fueron las últimas despedidas con familia y amigos más intimos y el 26 de Marzo, después de limpiar tanque de agua (había quedado pendiente) y con el barco explotado de provista, bártulos y ropa aún sin estibar, porque no había hecho a tiempo, zarpé de Rosario, sin postergarlo más.
Preferí que mi familia no esté en ese momento, iba a ser duro.
A los 10 minutos de zarpar, viré 180 grados y remonté unos metros el Paraná, me había llegado un mensaje.
Mi vieja estaba en el muelle de su club dándome un último saludo a la distancia.